Era la rosa más bella
cimparada con la belleza
de una estrella, que por temor
aun la golondrina, a ella no se acercó
entre mañanas hermosas
como ella, no había otra.
Un jardinero, se acercó a ella
con esmero y dedicación
de amor la llenó y sus pétalos
uno a uno protegió.
Llegó el momento
en que el sol le quemó
y el jardinero, de cuidarla cesó
uno a uno, sus pétalos perdía.
Aquella rosa que una vez
al jardinero cautivó
en silencio se marchitó.